
En la tarde de ayer una de mis hijas se preparaba para lo que prometía ser una gran tarde de Domingo. Se arregló el pelo, se maquilló suavemente (sabe que no me gusta demasiado el maquillaje), se puso sus mejores "galas" de domingo y salió a buscar el merecido descanso después de una larga semana de trabajo entre clases, gimnasio, baile, inglés, viajes,... y es que esta chica no para.
No había transcurrido ni media hora cuando me llamó por teléfono, quería comunicarme el fatal accidente de uno de sus amigos de dieciséis años, un lamentable accidente de moto, una larga agonía durante la que mantenía la consciencia mientras los bomberos trataban de excarcelarle de debajo de la furgoneta que le mantenía atrapado contra el asfalto. Nada se pudo hacer.
Durante la noche, mientras veía como se hinchaban los ojos de mi niña por el dolor que dejaba brotar a través de sus pupilas, empecé a pensar en el padre de ese niño. Él también le vio arreglarse y preparar su tarde de domingo, también le vio ilusionado con lo que prometía ser un día especial, le vio salir con su moto ilusionado con lo que le depararía el futuro y....
De repente me he sentido tan pequeño, tan triste, tan...
Un saludo
No hay comentarios:
Publicar un comentario