Ya he comentado alguna vez el agujero que me produce en el estómago el hablar de la muerte. Ya he comentado que me horroriza pensar en lo sibilina que puede llegar a ser, hoy estás bien y mañana quién sabe. Solo hace unos días que escribí sobre la muerte de un amigo de mi hija y hoy, nuevamente, vuelvo a escribir sobresaltado con la noticia de la muerte de una persona querida para mí.
Me costó ponerle cara, hacia tantos años que no nos veíamos que tarde en reaccionar. Cuando por fin lo hice los recuerdos empezaron a amontonarse en mi cabeza, años y años de recuerdos, siempre felices al lado de este compañero de juegos. Era una persona algo introvertida pero se esforzaba por integrarse en un grupo que no siempre entendía que sus prioridades, sus intereses o su forma de pensar no fuera la misma que unía al resto. No en vano, sin ser el centro de atención, era la persona que contaba un chiste en el momento adecuado, tenía una idea siempre que a los demás nos escaseaban, una palabra amable cuando la necesitabas,... era de esas personas que sin hacerse notar, sin necesitar aprobación era y estaba cuando había que "ser" o "estar".
La vida nos llevó a todos por caminos distintos y aunque con algunos me ha sido casi imposible mantener la comunicación, siempre he sentido que están ahí y que yo les estaré esperando cuando la vida decida volvernos a juntar. Ahora la Parca ha decidido que ese reencuentro contigo no se produzca jamas y entonces me he dado cuenta de que te echaré de menos. De todas formas te encontrarás con amigos ayoinos que también nos faltaron hace ya algunos años, dile a Carlitos y a Hector que a ellos también se les echa de menos.
Un saludo